Tengo una mosca detrás de la oreja y otras dos revoloteando la papilla
endurecida de Isabelita. Varias cucarachas recorren el suelo a sus anchas. Un
par, las más intrépidas o desesperadas, están a punto de coronar la montaña de
platos del fregadero. Me arrepiento ahora de no haber accedido a comprar el
lavavajillas. He descubierto que esas minúsculas hormigas argentinas han
invadido el ecosistema de las autóctonas y el mío, que vienen para quedarse,
que no le hacen ascos ni a la longaniza ni a otras carnes menos curadas. Que
los repelentes tienen una función limitada y que las picaduras de mosquito ya
no duelen cuando pierdes la cuenta. He aprendido mucho en este tiempo, pero
sigo preguntándome cuanto más va a tardar María en volver del estanco, por qué
tuvo que llevarse a Isabelita con ella y para qué necesitaba comprar tabaco si
ella no ha fumado nunca. Tengo tanta hambre, tanta que si María
no vuelve pronto, moriré de inanición persistente.
Con este microrrelato he hecho acto de presencia en ENTC en el mes de agosto.
Me temo que no volverá en buen tiempo,,,
ResponderEliminarMucha suerte!
MAría Estévez
Muchas gracias por pasar, leer y comentar.
EliminarComo siempre, Fernando, un placer leerte. A mí me llevas a un hombre paralítico que ha sido abandonado por una mujer (hija, esposa, cuidadora). También nos estás hablando de los recortes de dependencia.
ResponderEliminarMe gusta esa interpretación Javier, me gusta mucho.
EliminarGracias por pasar a leer.
El placer es mio por tenerte por aquí.
Impresionante tu modo de contarlo.
ResponderEliminarNo me hubiera imaginado nunca el final.
Mucho me temo que tendrá que poner remedio y rápido porque tiene dos opciones, o comienza a aprender que es la convivencia con otras especies pudiendo morir en el intento, o comienza a entender que a veces las excusas sin metáfora.
Brillante.
Besos mediterráneos.
Muchísimas gracias Gala.
EliminarMe alegro de que te haya gustado.