El presente relato corto es un ejercicio propuesto por Mercedes Abad en el taller que imparte en El Corte Inglés. Había que buscar un punto de vista/narrador interesante sobre el terrible suceso de la muerte de una indigente a manos de unos desalmados, cuando dormía en el interior de un cajero automático. os lo dejo aquí tras hacerle chapa y pintura después de escuchar los comentarios de los compañeros del taller.
Siempre te has sabido especial, predestinado para la historia. Ayer diste otro paso pensando que hoy la prensa hablaría de ti. No ha sido así, lo han tergiversado todo dejándolo en nada. Otro fracaso. Jamás te parecerás a él. Por mucho que te arregles ese bigotillo ridículo que se llena de mocos en cuanto asoma el frío, por mucho que repeines el flequillo lacio o forres con banderas las paredes. Él si tenía poder de convicción, su voz dominaba voluntades… en cambio tú, ¿A quien has adoctrinado? A tres mocosos que han hecho lo que les pediste por dinero para drogas.
—Rodolfo, hijo, la comida está en la mesa —la voz que atraviesa la puerta te suena de pronto encorvada, añeja, inoportuna—. Ha llegado otra carta —dice.
—Ya voy mamá, estoy acabando de peinarme —le contestas dócil, reprimiendo lo que en realidad le gritarías si no fuera tu madre.
—Ay, hijo… Si pasaras tanto tiempo buscando trabajo cómo ante ese espejo… Vamos, siéntate, si se enfría, la sopa no vale nada.
—¿Otra vez sopa? —dices cogiendo el sobre con hastío, es del banco, otra vez.
—¿Recuerdas la vagabunda que dormía en el vestíbulo del cajero automático?
—No —disimulas abriendo el sobre con el cuchillo de postre, como si pudieras hendir otra materia con ese filo romo, y te preguntas porqué no llevarás a cabo tus planes en persona, porqué utilizas peones, pero sabes la respuesta: por que tu eres el rey, el trabajo sucio es para los otros.
—Sí, hombre, aquella vieja sucia, la de los cartones, la que se atrevió a corregirte cuando le explicabas al del tercero, que lo mejor era poner el dinero a plazo fijo. ¿No la recuerdas?
—Sí… ¿Y? —Le contestas sin escucharla, ya sabes lo que te va a contar, no en vano fuiste tú el que lo planeo todo. Lo que verdaderamente te importa ahora, es el escueto mensaje que contiene la carta del banco.
—…Ya lo decía tu padre, que en paz descanse, más pronto que tarde Dios le da a cada cual lo que se merece… Se conoce que anoche entraron tres muchachos en el cajero, le dieron un paliza a la guarra esa y la quemaron viva. Ya era hora que alguien hiciera algo. A ver si aprenden de una vez todos estos que no se puede vivir de los demás, que hay que trabajar y ganarse el pan. Que últimamente no puedes ni salir a la calle sin que te asalte algún vago pidiendo limosna. Esto antes no pasaba… ¿Qué te sucede, hijo?¿Qué dice la carta?
—Que tenemos que hacer las maletas, mamá. El próximo jueves nos desahucian.
Ya me diréis que os parece.